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Empresas del Conocimiento vs Empresas del Aprendizaje


Llamamos «empresas del conocimiento» a aquellas organizaciones cuyo uso y dominio de la información les permite establecer cierto «control» sobre sus resultados. Estas empresas viven y actúan bajo el paradigma de que es posible garantizar estos resultados a través de estructuras, esquemas, procesos y técnicas específicas, capaces de ser replicadas de forma constante y casi universal.

Dicha forma de pensar procede originalmente de una corriente filosófica llamada positivismo. El filósofo Augusto Comte (uno de sus principales representantes) utilizaba el método inductivo (de lo particular a lo general) en busca de patrones, comportamientos o leyes naturales que permitían saber «cómo son las cosas» y así tener dominio sobre las leyes que regían el universo: «solo hechos y sus leyes», decía esta escuela. 

Las empresas que profesan esta fe, dirigen constantemente sus recursos a la búsqueda de esas «leyes». 

Su afán consiste en tener dominio de la física cuantitativa del mercado y creen sinceramente que es posible prever y controlar la mecánica empírica de su comportamiento. Las empresas del conocimiento viven su historia en la fábula de la búsqueda del tesoro escondido.

Sin embargo, las «empresas del aprendizaje», son esas que están abiertas a nuevas posibilidades y al «aprender» constante. Es decir, las empresas del aprendizaje incluyen y aceptan un dato irrefutable con el que los seres humanos nos encontramos a diario: la INCERTIDUMBRE. 

Respetar y aceptar que «no sabemos todo» y que el mercado es una realidad dinámica, cambiante y en constante renovación, es un paso fundamental para afirmar que necesitamos aprender siempre y darnos el permiso de reiniciar todo si hace falta. Aprender significa revisar nuestros paradigmas y mostrar apertura hacia la novedad, hacia aquello que no estaba previsto o «calculado». Las empresas que aprenden son las que realmente se orientan al crecimiento sostenible, ya que son capaces de escuchar e interpretar aquello que genera satisfacción en las personas. 

Sin embargo, todo aprendizaje implica un cambio, que no siempre resulta cómodo. Es ahí el gran desafío. Aprender significa «tomar», pero para tomar también a veces hay que «soltar»: soltar aquello que no ayuda a mejorar, soltar paradigmas, modelos o procesos que tal vez ya sean obsoletos y que hoy ya no responden con la eficiencia que los ritmos del mercado exigen.

Invito a reflexionar sobre este tema y si estás en una empresa u organización, a que puedas mirarla desde dentro y ser un ejemplo de aprendizaje constante dentro de ella, ya que las empresas solo se transforman de verdad cuando la transformación viene desde adentro. 

Éxitos y a estar abiertos al aprendizaje. 

Aristóteles Fernández